The Idle Hour Club

31.8.06

Living La Vida Auckland

Los siguientes 3 días que pasé en Auckland, estuvieron llenos de caminatas, compras, comidas ricas, buen clima sin lluvia y en general, pura diversión.

Un día, por ejemplo, Débora y yo fuimos al Sky Tower, el edificio más alto del hemisferio Sur. Después de decir que éramos estudiantes, pero que habíamos dejado nuestras credenciales en casa, nos dejaron subir al piso más alto a precio de estudiante.

La vista desde allá arriba era impresionante, aunque después de un rato, cuando ya le diste la vuelta a toda la ciudad, no hay nada que hacer ahí más que ver. Algo interesante que vimos, fue cómo transportaban una casa en una especie de barco remolque.


Y lo más divertido que vimos era la cara de otros turistas que se aterrorizaban cuando veían a esa mexicana recargada en los vidrios de protección.



Un chico hasta me preguntó que si yo tenía ganas de morir, lo cual me pareció una exageración, ya que ahí mismo decía que sí me podía recargar y que era muy seguro. Pero me di cuenta de que mucha gente no lo creía tan seguro, y sólo tomaba fotos de lejos. Lo cual, me pareció un poco ridículo, pero yo sí, me recargué en todos los vidrios y hasta me pude haber quedado dormida ahí..

Otro día que hacía sol, agarramos un ferry y dimos un paseo por el río. Estuvo padre, aunque el viaje fue medio extremo: íbamos en el segundo piso del ferry, al aire libre, a unos 100 km p/h., en pleno invierno. Aunque con un poquito de sol, el aire estaba heladísimo y Débora y yo acabamos con las caras azules y despeinadas de nuevo, pero fue muy divertido.


Después, subimos el Monte Victoria, que me hizo enojar mucho el monte porque: 1) estaba muy empinada la subida y 2) me pegué en la cara con la rama de un árbol mientras subía el mentado Monte. Ya arriba, se me pasó el coraje porque la vista estaba linda, y porque me cansé tanto subiendo que me quedé semi-dormida en el pasto y se me olvidó por qué me había enojado antes.



Bajamos el monte y paseamos por Devonport, uno de los pueblitos más bonitos que jamás haya visto. Estoy pensando que me gustaría vivir ahí, para siempre. Así de bonito estaba.

Regresando a Auckland, estabamos muertas de hambre, comimos las mejores hamburguesas de pollo del mundo con nada menos que 3 filetes de pechuga, que muy apenas satisfaceron nuestra necesidad alimenticia, con tanto ejercicio que hicimos en Devonport. Ese mismo día, después de quedarme dormida en un Gloria Jeans, Débora y yo fuimos al cine a ver The Break-up.

Al día siguiente fuimos al Auckland Museum, donde aprendí más acerca de la cultura Maorí. También aprendí que ese día era día de lleve-a-los-niños-de-primaria-al-museo, así que el lugar esta lleno de niños de menos de 10 años corriendo por todos lados.

Lo más impresionante de esa visita al museo, fue la exposición llamada Volcanoes, que explicaba todo lo relacionado con los volcanes de Nueva Zelanda. Salí de ahí casi llorando, porque la exposición ahondaba en los efectos devastadores que tiene la erupción de un volcán. Y con eso, se me quitaron las ganas de vivir en Devonport, porque la verdad es que no se me antoja estar tan cerca de tanto peligro.

La tarde siguiente ya era viernes, día en que debía regresar a Monterrey. Estaba contenta porque ya iba a regresar a contarle a Pedro todo lo que había hecho, pero al mismo tiempo estaba triste porque no voy a ver a mi papá de nuevo sino hasta diciembre. Y también porque me la pasé tan bien, que los 7 días que estuve en Nueva Zelanda se me pasaron rapidísimo. Ah, y también estaba triste porque el sábado ya debía regresar a trabajar...

23.8.06

Piha Beach

Lo primero que hicimos estando en Auckland fue... salir de Auckland. Mi papá quiso aprovechar que todavía teníamos el carro rentado, y entonces decidió llevarnos a la playa de Piha.

Piha es una playa que se encuentra a 40 km de Auckland. Tardamos poco más de una hora de viaje por que el camino que lleva a Piha está lleno de curvas. Si hubiera desayunado algo antes de salir de la casa de seguro lo hubiera dejado todo en el carro. Quedé mareadísima de tanta vuelta que dimos.

Para cuando llegamos a Piha, estaba lloviendo. Aprovechamos ese rato lluvioso para comer los lonches que llevamos y en lugar de picnic en la playa, hicimos picnic en el carro. Pasamos el último bocado de comida, el último trago de agua y dejó de llover.
Excelente, ahora podíamos ir a la playa...

En eso me acordé de que la temperatura era de 10° C, y entrar al mar sería una empresa imposible, si no es que suicida. Lo que optamos por hacer pues, fue caminar por la orilla del mar, y disfrutar de la vista.





El mar, estaba picadísimo. El cielo, completamente nublado. Corrían unas ráfagas de aire increíbles, nos empujaban con mucha fuerza y nos llevaban a donde no queríamos ir... Y yo sentía, mirando ese mar de Tasmania.. sentía que ahí estaba el final del mundo. Si alguien me hubiera dicho que hasta ahí llegaba el domo (como en el Truman Show) sí lo hubiera creído. Simplemente se sentía como si no hubiera nada más allá, y esa fue una sensación muy extraña.

Después de un rato de estar caminando por ahí, recogiendo conchitas y platicando con Débora, descubrimos una vereda que subía por una de las rocas que le daba fin a la playa.

Subimos y subimos por un rato y cuando llegamos hasta arriba, vimos el otro lado de la playa. Aquí el viento corría con aún más fuerza y al final Débora y yo salimos totalmente despeinadas del lugar.(Mi papá no se despeinó porque tiene pelo corto).



Despeinadas, aha, aha, aha, pero contentísimas de haber estado en una playa tan intensa. Nos regresamos a Auckland como a medio día porque mi papá ya debía regresar al trabajo.

Cuando llegamos a Auckland, notamos que los semáforos del centro no estaban funcionando. Papá nos dejó en la puerta del edificio donde vive y se fue a su chamba. Entramos al edificio, y los elevadores no estaban funcionando. Ya en el departamento, después de subir 10 pisos por las escaleras, notamos que tampoco había luz. Nos habló papá por teléfono para decirnos ¡que no había luz en toda la ciudad!

Resulta que las ráfagas de aire que sentimos en Piha también se sintieron en la ciudad, con consecuencias desastrosas. Alcanzaron velocidades de 120 km, tumbaron un cable y por eso toda la ciudad se quedó sin luz. A la gente la dejaron salir de sus trabajos, porque desde temprano se supo que el problema se iba a arreglar hasta las 5 de la tarde.

Así pues, todavía con el carro rentado, papá vino por nosotras y de nuevo salimos de Auckland. Cruzamos el Harbour Bridge y llegamos a un pueblito, no recuerdo su nombre, pero lo importante es que ahí sí había luz. Caminamos por calles pintorescas, buscando algo de comer, y finalmente nos metimos a una especie de barecillo. Yo comí un delicioso guisado de cordero, agradeciendo que a mí no me pasó lo que a Lisa Simpson después de convivir con ovejitas (o sea que no me volví vegetariana), porque el guisado estaba muy sabroso. Después de comer, seguimos por las calles pintorescas, ahora buscando un lugar donde comprar café. Y después de comprar café y pan, ya en el carro, paseamos por el área, deteniéndonos en los paraderos turísticos, tomando foto tras foto de otras playas. Pero entonces yo ya no estaba tan interesada en otras playas que, después de Piha, parecían tan sin chiste.

Finalmente, y antes de que se metiera el sol, regresamos a Auckland, y paseamos por el puerto, donde me tomé esta foto.



Fue un bonito día fuera de Auckand.

On the Next Idle Hour Club: Ahora sí, ¡Auckland!

13.8.06

Crystal Clear



De camino a Auckland, pasamos por las Huka Falls. En sí, no había mucho que hacer ahí. Puesto de manera sencilla, era sólo un río con una cascada. Pero yo, que no soy muy afecta a la naturaleza, quedé impactada con mi visita a este lugar.

Primero me impactó la fuerza que llevaba el agua del río y de la cascada misma.



Después, quedé impactada con al tono de azul del agua.



Pero lo que más me llamó la atención de todo, fue la limpieza del agua. La limpieza del agua y de las vereditas que estaban a su alrededor. Me llamó la atención porque a pesar de ser un parque público, donde ni siquiera te cobraban por entrar, el lugar estaba impecable. Lo que me hacía preguntar... ¿y dónde esta la basura que deja la gente que hace sus picnics aquí? ¿dónde están las latas de cerveza de la gente que se queda a acampar? ¿las bolsas de sabritas? ¿las colillas de cigarros? No se encontraban por ningún lado.



¿El agua? Limpísima. Y yo estaba sorprendidísima por la falta de basura. No que quisiera que hubiera basura por todos lados, simplemente su ausencia fue muy notable para mí. Estaba asombrada porque los kiwis si que saben cuidar de sus áreas verdes. Y eso se me hizo muy lindo.

Después de las Huka Falls, seguimos nuestro camino hacia Auckland. Kilómetro tras kilómetro de campo abierto, me recordó a los campos de Escocia. Mínimo vi unas diez mil ovejas, y algunas vacas. Vimos una granja de avestruces también. Mi papá quiso parar para que salieramos a ver las estrellas en el campo, pero hacía demasiado frío.

Llegamos a Auckland como a las 9 de la noche, y nos fuimos a descansar al departamento de mi papá. A dormir, para el lunes iniciar mi recorrido por la bella ciudad de Auckland.

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2.8.06

The Farm Show

El Farm Show -me dijeron- era como estar en Babe, pero sin el puerquito. O sea puras ovejas y perros. Y de todas maneras me pareció una idea fascinante, sobre todo porque jamás en mi vida he visto una oveja que no esté en la tele o en forma de chuleta. Ir a ver una oveja de la vida real iba a ser el highlight de mi vista a Rotorua. Por eso cuando intentamos ir al Farm Show que mi papá conocía y que resultó estar cerrado me dio mucha tristeza... ya me había emocionado la idea de ver a las ovejas.

Pero lo bueno del área en la que estábamos era que si algo había de sobra, eran ovejas. Ovejas y Farm Shows. Más adelante de donde estaba el Farm Show cerrado, había otro que sí estaba abierto, y de seguro más adelante había otros 2 ó 3 ó 20 más. A mí todo eso me parecía fascinante porque yo jamás habría pensado que se podía hacer de un montón de ovejas un atractivo turístico. Pero ahí estaban los muchos Farm Shows, para que uno fuera a ver las a las ovejas.

Fuimos a uno llamado Agrodome, y a las ovejas vimos...






Estuvimos un rato mirando a las ovejas, acariciándolas y tomándonos fotos con ellas. Y lo más chistoso es que las ovejas no decían ni beee. Así de acostumbradas estarían a la gente, que ni nos hacian caso. Después del photo shoot, comenzó el show en sí, donde nos explicaron características de los distintos tipos de ovejas del mundo y sus diferentes usos. Nos dijeron un montón de estadísticas que ya he olvidado, pero la cuestión es que ovejas hay muchas y son la exportación más grande de Nueva Zelanda. Y sí les creo, porque me dijeron en una birriería de Monterrey (está en Simón Bolívar) que sus borregos venían de NZ.



Después estuvo la demostración de cómo pelar a una oveja y trajeron una ovejita y la raparon en 3 minutos. Mucho tiempo, dijo el chavo, porque el tiempo record es de 38 segundos. A mí igual me pareció que lo hizo rapidísimo. Y para no variar, la oveja no dijo nada de su nuevo corte de pelo. Si aprendí algo del show es que las ovejas son unos animalitos muy pacíficos.



Lo mejor del show, estuvo al final: salimos del auditorio y llegamos a un área preparada para hacer la demostración de los perros ovejeros. Honestamente, no hay nada mas divertido que ver a tres ovejas correteadas por un perro. Honest.



Y con eso, terminó el Sheep Show. A mi me encantó el show, creo que porque no tiene nada que ver con mi vida diaria. Este show fue lo que más me gustó de toda mi visita a NZ, con gusto lo vería de nuevo. Y no del todo, pero casi lo vuelvo a ver: lo que pasa es que ya nos ibamos de Rotorua rumbo a Auckland, y en ambos lados de la caretera lo único que se podía ver era... ¡¡¡ovejas!!



On the next Idle Hour Club: Huka Falls.

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